Se vuelve a hablar de la enseñanza de la historia de las migraciones en las escuelas italianas. No puedo más que expresar mi total acuerdo y, al mismo tiempo, mi satisfacción por una propuesta que, a nivel parlamentario, he tenido el modo de renovar en esta legislatura junto a los colegas electos en el exterior y a otros diputados, precisamente el 30 de mayo de 2013, después que ya en la precedente legislatura, el 29 de marzo de 2009, había propuesto por primera vez, indicando algunas posibles soluciones en el plano cultural y didáctico.
En un país como Italia, que ha dado al mundo entre 26 y 28 millones de emigrados solo en el curso del proceso global, no se necesita un gran esfuerzo para encontrar razones sociales e históricas que puedan justificar un proyecto formativo ligado a esta gran experiencia nacional. Estas razones, es más, se han obviamente reforzado y extendido con el pasar del tiempo y sobre todo de frente a los eventos que están marcando la historia social de los italianos en los últimos años.
El desarrollo que las migraciones ha tenido en la época contemporánea, ha hecho evidente cuánto es necesaria la dimensión intercultural para la concreción y unidad de un proceso formativo que cuenta cada día con diversidad de culturas y experiencias de vida. En una escuela, además, en la que cerca de 850.000 nuevos y distintos italianos están junto a nuestros hijos cada día.
La crisis económica y ocupacional que todavía nos tracciona, además, ha dejado al descubierto una exigencia de la cual tantos de los nuestros se han hecho sostenedores, no siempre recibiendo una atención adecuada: el mayor motor que Italia tiene hoy para su indispensable internacionalización está constituido por la red de sus comunidades de origen y de sus ciudadanos, que son portadores de historias, identidad, culturas, valores a transmitir a las nuevas generaciones, antes de que la indiferencia y la incomunicación abran una brecha demasiado profunda. Más aún cuando la emigración se ha retomado de manera fluida, retornando a ser un problema que pide respuestas inmediatas y eficaces.
El flujo ininterrumpido de migrantes a nuestras costas, que no se interrumpe ni se interrumpirá, no obstante las horribles tragedias que subyacen, nos pone de frente a un compromiso a largo plazo que asumir: además del deber de la solidaridad humana y de la protección de la vida, estamos en condición de transformar una dramática emergencia en una prospectiva estratégica, haciendo de Italia el puente de Europa en el Mediterráneo no solo para las migraciones sino también para las políticas de desarrollo y de colaboración entre pueblos.
Se trata de un proceso que construya en el tiempo y en la escuela, que es un paso obligado. Pero se necesita realizarlo a conciencia y con equilibrio, evitando facilismos y populismos. La escuela italiana está deshecha de tantos problemas y tensiones, por ello no se le puede pedir más de la medida justa y posible. Por ello, es impensable que la historia de las migraciones, como algunos dicen, se transforme en una materia electiva entre otras tantas, cosa por otra parte desaconsejable desde el punto de vista didáctico, sino al contrario, debe ser un “proyecto nacional” que, en el ámbito de la programación escolar ordinaria, permita profundizar los temas ligados en un marco intercultural y de carácter multidisciplinar. Es difícil, de hecho, encontrar núcleos de formación y de investigación mejores que este, que puedan ser abordados desde una pluralidad de perspectivas históricas: históricas, literarias, geográficas, económicas, musicales, cinematográficas, gastronómicas, comunicacionales, etc. Decisivas, finalmente, deberían ser la disponibilidad de los institutos y la participación de los docentes.
A nivel parlamentario y de gobierno, es necesario ser concretos y claros no solo en la señalización de los objetivos, sino también en la definición del formato cultural y didáctico y en la individualización del recorrido operativo, que debe ser el más simple y el más adaptado para evitar pesadumbre y suscitar interés en quien debe realizarlo.
Espero, entonces, que para arribar a un resultado positivo, se eviten protagonismos y escapes hacia adelante, sino que se opere con la máxima profundización y cohesión política y cultural. Yo mismo, para favorecer el más amplio diálogo, he puesto a disposición mi proyecto de ley, también de algunos colegas del Senado, con el fin de alcanzar un esfuerzo acorde y conjunto. En el convencimiento de que alcanzar este objetivo, podría hoy constituir un gran bien para Italia, bajo el perfil de su rol internacional, de la cohesión social y de las orientaciones civiles.