Porque el concepto de “Italico” al que se refiere Mattalla es fundamental.
Querido director.
La larga entrevista concedida por el Presidente de la República al «Corriere» y publicada el pasado viernes merece una reflexión en profundidad y, sobre todo, las consiguientes iniciativas tanto a nivel político como cultural, ya que el tema del italianismo como eje de un nuevo Renacimiento europeo puede hoy declinarse de diferentes maneras, que van más allá de la simple consideración sociocultural mientras que podrían tener un impacto innovador y con visión de futuro en la reconstrucción de un nuevo tejido conectivo del país, también como respuesta al declive demográfico y, en última instancia, al papel de Italia en Europa y en el mundo.
Solo la reedición de una rancia arrogancia chovinista de algunos comentaristas podría etiquetar, como lamentablemente sucedió, la referencia del presidente Mattarella a la cultura italiana como una renuncia a los valores universales que subyacen en nuestra concepción de la vida y por tanto del arte y la sociedad.
El italianismo, tal como lo describe de manera sencilla pero sublime Piero Bassetti en su ensayo “Svegliamoci italici”, no es en modo alguno la anulación del espíritu italiano, sino al contrario su máxima expresión. La hibridación italiana es parte esencial de nuestra historia; una hibridación, como nos recuerda el Presidente en su referencia al Renacimiento, que en ese período extraordinario adquirirá una dimensión europea de la que hoy todos somos orgullosamente hijos.
Análogamente, la italianidad se expresa en su dimensión más fuerte y probablemente más visible en la esencia a consecuencia del mayor fenómeno social de la historia de Italia: la diáspora italiana en el mundo. Como siempre nos recuerda el Presidente de la República, esta vez con su memorable discurso dirigido a la comunidad italiana en Argentina en el Teatro Coliseo de Buenos Aires en 2017, “La historia de la emigración italiana es, incluso antes de la unificación de Italia, la unitaria historia de nuestro pueblo”.
El gran ‘soft power’ italiano se basa precisamente en esta historia y tiene sus raíces en el virtuoso y lucrativo intercambio que millones de emigrantes italianos tuvieron con los pueblos y culturas que encontraron en todas las latitudes.
Los “aspirantes a italianos” a los que se refiere el Presidente de la República en su entrevista y a los que Italia debe mirar con una mezcla de orgullo y solicitud son, pues, tanto hijos como nietos de esa epopeya migratoria que en realidad nunca se detuvo, sino también todos aquellos que en Italia y en el extranjero, ven a nuestro país con admiración y esperanza, incluso a menudo como un modelo a imitar y luego a abrazar.
La sonoridad italiana, planteada inapropiadamente por algunos políticos poco informados sobre la penetración real de la creatividad y el ingenio italianos en el mundo, es otra cosa y debe ser tratada con un mínimo de conocimiento de nuestra gran comunidad empresarial en el extranjero.
La emigración y la inmigración, como nos recuerda el reciente documento de planificación económico-financiera presentado por el gobierno y como nos vienen repitiendo desde hace años los últimos informes del ISTAT, pueden y deben ser el motor de nuevos crecimientos y por tanto del desarrollo del país.
Siempre que el enfoque sea laico y a ideológico, ajeno a estériles conflictos de identidad y más bien inspirado precisamente por el concepto de italianidad al que nuestro Presidente se ha referido más de una vez en sus intervenciones.
Fabio Porta
Diputado al Parlamento italiano, elegido en el Distrito Exteror (América del Sur)